RECONSTRUIR PARA MEJORAR

La crisis de la COVID-19 se ha visto agravada por la pobreza, la desigualdad, la discriminación, la marginación, el deterioro del medio ambiente y otras lagunas en materia de protección de derechos humanos. La pandemia se conjugó con otras crisis de índole política, social y económica enquistadas en diversas regiones del mundo, que aumentaron la vulnerabilidad de nuestras sociedades ante el virus.

Solo las medidas orientadas a subsanar esas deficiencias y promover los derechos humanos pueden garantizar la recuperación plena y la construcción de un mundo mejor.

Reconstruir para mejorar quiere decir:

Poner fin a todo tipo de discriminación

La discriminación y el racismo estructurales han agravado la crisis de la COVID-19. La igualdad y la no discriminación son requisitos indispensables para el mundo tras la pandemia.

  • Aunque el virus no discrimina, sus repercusiones sí lo hacen. Y la discriminación es mortal. Los pobres, los marginados, los excluidos y discriminados tienen más probabilidades de enfermar, de no acceder a las pruebas y de perder el empleo, la vivienda y otros derechos fundamentales.
  • Cuando una persona está en peligro y carece de atención sanitaria o de protección, todos estamos en peligro.
  • Las personas que ya estaban en situación de vulnerabilidad, cuyas opiniones se habían suprimido y cuyos intereses rara vez se tenían en cuenta en los procesos políticos y económicos de sus sociedades, son las que más daños sufren por las repercusiones sanitarias, económicas y sociales de la COVID-19. En ese grupo figuran los pobres, que tienen más probabilidades de tener que vivir y trabajar en condiciones que les impiden aislarse del virus; los miembros de minorías raciales, étnicas, lingüísticas o religiosas, cuyos derechos ya estaban obstaculizados y denegados por el racismo estructural; los migrantes y refugiados; los pueblos indígenas; las personas de más edad; los miembros del colectivo LGBTQI y las personas con discapacidad.
  • Con demasiada frecuencia, las mujeres sufren la responsabilidad de cuidar a los enfermos y la pérdida de empleo que conlleva la recesión causada por la COVID-19, incluso en la economía informal. Además, las niñas afectadas por el cierre de las escuelas no solo afrontan un mayor riesgo de abandonar los estudios, sino que también están en peligro de convertirse en víctimas de matrimonios precoces y forzados o de la trata de seres humanos. Las mujeres también han sido víctimas del aumento de la violencia doméstica y la reducción del acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los relativos a los cuidados maternos.
  • Debemos combatir todo tipo de discriminación. Debemos luchar contra la ola de discriminación, racismo y xenofobia que la COVID-19 ha agravado y que se alimenta del miedo y la desinformación. La inclusión social genera sociedades más estables.

Abordar las desigualdades

Para recuperarnos de la crisis, debemos abordar también la pandemia de la desigualdad. Para lograrlo, es preciso promover y proteger los derechos económicos, sociales y culturales. Necesitamos un nuevo contrato social para una nueva era.

  • La pandemia, que tiene repercusiones devastadoras de índole social y económica en el mundo entero, se alimenta de las desigualdades existentes en los países y en el plano internacional, al tiempo que las agrava.
  • Una respuesta eficaz a la pandemia debe abordar esas desigualdades, centrarse en las personas que están en situación de vulnerabilidad para no excluir a nadie y tratar de reducir y, por fin, eliminar las amenazas al medio ambiente que representan el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica y la contaminación.
  • El cumplimiento de todos los derechos humanos, comprendidos los derechos económicos, sociales y culturales, el derecho al desarrollo y el derecho a un medio ambiente saludable, reduce la repercusión desproporcionada de la pandemia sobre los pobres y los marginados, que figuran entre las personas más afectadas, tanto por la COVID-19 como por los estragos medioambientales.
  • Nunca antes había quedado tan patente la responsabilidad de los gobiernos de proteger a sus pueblos, mediante la garantía de sus derechos económicos, sociales y culturales.
  • Para salvar al mismo tiempo las vidas y los medios de subsistencia, es preciso invertir en sistemas de atención sanitaria y protección social universales, dando prioridad a los más vulnerables. La inversión en derechos económicos y sociales fomenta la resiliencia y la forja de sociedades más justas, igualitarias y sostenibles.
  • Durante el tiempo que sea necesario, deben ponerse en marcha medidas tales como transferencias monetarias y planes que garanticen el empleo, a fin de proteger los derechos humanos de quienes trabajan en el sector informal y garantizarles una vida digna.
  • La congelación y relajación de la deuda pueden ayudar a que los países cumplan con sus obligaciones relativas al derecho a la salud, la alimentación, el agua y el saneamiento, la educación y, en particular, la financiación de sistemas de atención sanitaria y protección social de carácter universal.
  • Incluso en periodos de crisis, es preciso que los gobiernos garanticen a sus pueblos los elementos mínimos indispensables para vivir dignamente: salud, alimentación, agua y saneamiento, educación y vivienda.

Alentar la participación y la solidaridad

Este empeño es deber de todos. Desde los particulares hasta los gobiernos, de la sociedad civil y las comunidades de base al sector privado, todos tenemos una función que desempeñar en la construcción del mundo tras la pandemia, un mundo que sea mejor para las generaciones presentes y futuras.

  • La única manera de reconstruir para mejorar es mediante la solidaridad individual, internacional y multilateral. Si no nos mantenemos unidos, nos derrumbaremos. No debemos permitir que nadie quede atrás. Ninguna persona, ninguna comunidad, ninguna nación.
  • Todas las opiniones importan. La gente tiene derecho a participar en las decisiones que influyen en sus vidas. Para que las respuestas sean eficaces, han de tener en cuenta a todos y recabar su participación, incluso de las personas más vulnerables y de los miembros de las nuevas generaciones.
  • Es preciso velar por que las opiniones de las personas más afectadas, marginadas y vulnerables lleguen a los responsables políticos y la sociedad en general e influyan en los esfuerzos de recuperación.
  • No deben silenciarse las voces críticas. Los defensores de derechos humanos, los expertos y profesionales sanitarios, y los periodistas deben disponer de espacios seguros para intercambiar información, ofrecer aportes críticos y expresar sus puntos de vista. La tarea de reconstruir para mejorar requiere de una sociedad civil dinámica.
  • En sus esfuerzos de recuperación, los gobiernos han de mostrarse abiertos y transparentes, y deben responder y rendir cuentas a los pueblos que tratan de proteger. La participación plena, integradora y significativa es fundamental para generar confianza y preservarla. Sin la representación y participación activas de todos los sectores de la sociedad, las medidas que se adopten podrían perpetuar la marginación, la discriminación y la desigualdad.
  • Las repercusiones de la COVID-19 son masivas, mundiales y probablemente serán duraderas. La tarea de reconstruir para alcanzar un futuro mejor debe basarse en el cumplimiento cabal de los derechos humanos, el refuerzo de la solidaridad internacional y la salvaguarda de la salud del planeta, tanto para las generaciones actuales como para las venideras.
  • Todos vamos a afrontar nuevos retos, en un contexto de incertidumbre. En periodos de crisis, necesitamos cooperación y principios sólidos que guíen nuestros pasos y también necesitamos definir nuevas estrategias. Del mismo modo que las patologías previas causan a las personas una mayor vulnerabilidad a la COVID-19, muchas de las deficiencias en materia de derechos humanos generan vulnerabilidad para sociedades y regiones enteras. Si actuamos mancomunadamente y defendemos los derechos de todos, lograremos reconstruir para mejorar.

Promover el desarrollo sostenible

El desarrollo sostenible es indispensable para las personas y para el planeta. Los derechos humanos, la Agenda 2030 y el Acuerdo de París son las bases de una labor de recuperación que no debe dejar a nadie atrás.

  • La recuperación debe proteger y beneficiar a los más vulnerables, al tiempo que ha de impulsar los esfuerzos encaminados a cumplir con los derechos humanos de todos, alcanzar la Agenda 2030 y abordar la emergencia climática.
  • La tarea de reconstruir para mejorar y hacerlo de manera más sostenible exige una estrategia basada en los derechos humanos, aplicada a la recuperación de la pandemia.
  • La respuesta a la crisis actual ofrece la oportunidad de promover mejores medidas de protección social y una transición justa hacia una economía que prescinda de los combustibles fósiles y se sustente en las energías renovables, las tecnologías respetuosas del medio ambiente, el uso sostenible de los recursos, el empoderamiento comunitario y los medios de subsistencia dignos.
  • También es preciso proteger el derecho de todas las personas a participar en los beneficios de la ciencia y sus aplicaciones, velando por que las soluciones a los problemas mundiales, tales como la vacuna contra la COVID-19 o las tecnologías respetuosas del medio ambiente, puedan compartirse equitativamente entre todos.
  • El deterioro del medio ambiente es una de las amenazas más urgentes y graves a la capacidad de disfrute del derecho a la vida que corresponde a las generaciones actuales y futuras. La respuesta a la COVID-19 deberá respetar, proteger y hacer realidad el derecho a un medio ambiente saludable.
  • El desarrollo debe beneficiar a los pueblos y al planeta, y sus beneficios deben distribuirse de manera equitativa.

Comparte esta página